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En Kamikatsu, pequeña localidad japonesa, no existen ni los camiones ni los contenedores para recoger basura y el cuidado del medio ambiente es un ejemplo para el mundo. Allí cada habitante es responsable de sus desechos, y de separar los residuos reciclables de los residuos no reciclables
Cada vez que Kazuichi Kasamatsu, alcalde de Kamikatsu en 2003, pronunciaba las palabras “2020 y cero desechos” los habitantes de su pueblo sentían que estaba hablando de un futuro muy lejano, de algo que tal vez ocurriría o quizás sería solo una fantasía cuando se hablaba de la reducción del impacto ambiental, el calentamiento global y el cambio climático. Esas palabras, sin embargo, era lo único que los podría sacar de la pesadilla en que vivían. Antes de convertirse en un ejemplo de reciclaje de plástico y otros materiales –no solo para Japón sino para el mundo– Kamikatsu era una especie de chimenea contaminante y no había conciencia de separar los residuos reciclables de los residuos no reciclables.
Ubicado a 600 kilómetros de Tokio, en la isla de Shikoku, a esta población la rodean montañas, bosques (que cubren un 85 % del área de este asentamiento) y cascadas, pero aparte de toda esta naturaleza también sobresalían unos incineradores gigantes que producían una enorme contaminación ambiental. En ellos iban a parar todos los residuos reciclables y residuos no reciclables que los pobladores generaban incluido el plástico. En la década de 1990 ese era el único plan que tenían en cuanto al manejo de las basuras y que causaba un impacto ambiental muy negativo.
Hasta que el humo y la contaminación del aire, la contaminación del agua, los obligaron a cambiar. Las enfermedades respiratorias empezaron a volverse una epidemia y los niveles de dioxinas (químicos que se producen por la quema de basura) llegaron a unos niveles tan altos que el gobierno nacional del país tuvo que obligarlos a cerrar las incineradoras de basura que tenían al aire libre. La contaminación ambiental era extrema. Había que buscar una solución. El consenso al que llegaron las autoridades de Kamikatsu y los aproximadamente 1500 habitantes es que tenían que manejar y tratar sus residuos ellos mismos para evitar la contaminación ambiental.
Una de las primeras medidas que tomaron las autoridades locales fue financiar la compra de procesadores domésticos de residuos orgánicos. Cada una de las 800 casas que se estiman existen en Kamikatsu se iban a convertir en una pequeña fábrica de compost. Desde entonces empezaron los cambios en los hábitos de consumo de los pobladores: “Creo que ahora produzco menos desperdicios desde que empecé a compostarlos”, como lo dijo Kikue Nii, habitante de Kamikatsu, a la BBC. Si bien esta era una solución para los residuos orgánicos todavía faltaba ver cómo se iba a tratar el resto de residuos reciclables como el plástico.
La opción de camiones de residuos fue desechada rápidamente, por lo montañoso, por lo poco poblado y porque la ubicación de las casas no la hacían una opción eficiente; que de paso hizo que también se descartara la idea de los contenedores. La solución que encontraron fue un centro de acopio de residuos en el que la filosofía era: hazlo tú mismo.
En 2003 se inauguró el centro de reciclaje y estación de residuos de Hibigaya y se construyó en el mismo lugar donde antes funcionaba una de las incineradoras. Lo innovador de este centro de reciclaje, y que lo convirtió en un ejemplo a nivel global, fue que cada habitante debía llevar su basura hasta allí y separarla dentro de las 34 categorías que existían, hoy ya son 45 categorías en las que se deben separar los residuos, tan solo en lo que tiene que ver con el plástico existen cinco categorías; la gente tuvo que aprender qué era el plástico PET, entender los beneficios del pet reciclado, cuál era el plástico biodegradable o las diferentes categorías del vidrio en cuanto a su reciclaje. Al principio esta tarea fue criticada por muchos ciudadanos, hubo un 40 % de rechazo a este modelo según los estudios de la misma localidad. Pero los cambios se empezaron a ver con el plástico reciclado, el vidrio reciclado o el cartón reciclado. Salvemos el planeta, era una idea que se metieron en la cabeza.
La contaminación del aire disminuyó inmediatamente y la salud de todos empezó a mejorar. Aparte de esto, hubo más estímulos para que la gente colaborara, se daban bonos para comida o en algunos casos hasta billetes de lotería. Las arcas de Kamikatsu también empezaron a ver los beneficios gracias al buen uso de los residuos reciclables, solo por la venta del papel reciclado tenían ganancias de 28, 000 dólares al año, que después se invertían en programas sociales o en el mismo centro de reciclaje. Para Akira Sakano, la encargada del programa Zero Waste de la población, aunque el proceso ha sido largo y en muchos casos complicado la gente ha entendido que esta es una política que al final mejora la calidad de vida de todos y disminuye la contaminación ambiental y beneficia el ecosistema acuático.
Al punto que hoy día el centro de reciclaje se convirtió en una especie de centro cívico donde todos los habitantes se encuentran, hablan y pasan su tiempo libre. Tan importante se ha vuelto para todos que construyeron un bar hecho a partir de plástico reciclado y otros materiales. Ir allí es una actividad cotidiana, como ir al supermercado.
Estudios como los elaborados por la fundación Ellen Macarthur Foundation (Cities in the Circular Economy: An Initial Exploration) y el Banco Mundial demuestran que las urbes son las responsables de más del 70 % de los gases de efecto invernadero, así como de la generación de más del 50 % de la basura que se produce en el mundo. Iniciativas como la impulsada por la ONU de ciudades circulares –en las que se busca un mejor manejo de los residuos y unas políticas de reciclaje más eficientes– son un ejemplo de cómo la experiencia de este pueblo japonés es replicable en otras partes del planeta. Logroño, en España; Austin, en EE. UU. y Dijon, en Francia han tratado de implementar medidas que siguen la senda de Kamikatsu y van desde mercados de materiales reciclables, en los que –por ejemplo el plástico es uno de los materiales más reutilizados– hasta implementación de software y hardware para mejorar la limpieza de las ciudades. La disminución del impacto ambiental es evidente.
Esas palabras que parecían pertenecer a un futuro lejano, 2020 y cero residuos, hoy son el presente de esta población. Este año ya alcanzaron cifras de más del 90 % de reutilización de residuos y el próximo año esperan completar ese 10 % que les falta para convertirse en el pueblo que se olvidó de la basura y la contaminación ambiental. Un verdadero alivio para el medio ambiente.
Con información de www.nippon.com