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Estas fechas donde el frío y la lluvia comienzan a ocupar la mayor parte de los días son un buen momento para la calma y la reflexión, para poner orden en nuestra vida
Si miramos a nuestro alrededor, vemos que el ritmo de la naturaleza se hace más lento, los días son más cortos, los sonidos de la vida se acallan; todo nos invita a la calma, a darnos cuenta de la necesidad de hacer una alto en la actividad y buscar ese contacto con nosotros mismos.
Entrar en sintonía con el ritmo del invierno que se nos echa encima ofrece muchas recompensas; las épocas de menor actividad son necesarias para renovar fuerzas y evitar la ansiedad y el estrés.
Ahora es el momento de prepararse para hacer acopio de energías, pues todo lo que sembramos en invierno florece en primavera y da fruto en verano. Esto, lógicamente, lo podemos aplicar también a nuestros sentimientos y emociones.
Todo lo que sembramos en invierno florece en primavera y da fruto en verano
Una buena manera de aprovechar el tiempo es poniendo orden tanto en nuestro hogar, ahora que pasamos más tiempo en él, como en nuestro mundo interior.
No siempre es fácil hacerlo, claro está, a menudo empezamos esa tarea de limpieza y no nos atrevemos a tirar nada, con lo que tendemos simplemente a cambiarlo de lugar. Lo que con el tiempo nos va acumulando una serie de cachivaches inservibles en nuestro entorno que al final no nos deja espacio para lo nuevo.
Un truco para ayudar sería, que si un objeto no lo hemos usado en todo un año, podemos deshacernos de él sin problemas, porque seguro que no nos resultará útil ya.
De igual forma, elijamos una aptitud que nos impide crecer personalmente, una persona que nos perjudica, un recuerdo que sólo sirve para hacernos daño y librémonos de ello para dar espacio emocional a lo fresco.
Se trata de encontrarnos con nosotros mismos y renovar energías.