¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Fidelam escriba una noticia?
El autor ha sido incluido en antología de autores en Alemania, Portugal y Chile. Fue socio del Sindicato de Escritores de Alemania, con sede en Hamburgo, en los ’80
Buscando postulante para un sillón parlamentario, una mujer que pudiera atraer a los electores humildes de la circunscripción, un dirigente del partido trajo a las chicas lindas del Centro Cultural Astarté, que habían comenzado a reunirse luego de la venida de Tunick a Chile. Como se conocieron desnudas, ya no tenían nada que ocultarse, por eso existía una férrea confianza entre ellas. Sin embargo, sus planteamientos políticos no bastaron para convencer a los dirigentes. Entonces le pidieron a Marina, la Cicciolina, la candidata que postulaban, que les mostrara a tan dignos líderes (más bien eran unos viejos más disolutos que el Marqués de Sade) sus argumentos. Marina se bajó el peto que la cubría y quedó viendo a los directivos con sus pezones que parecían enormes pupilas exorcizando el alma sucia de aquellos añejos militantes. Hubo discursos acerca del desnudo como asunto superado en estos tiempos. “No olviden que a la tele y la prensa el desnudo les genera enormes ganancias. Aunque también debiéramos verlo por el lado artístico. Un cuerpo en ‘blai’, dijo sabiamente la madre Astarté, es lo más lindo que hay”. Aceptaron la postulación de Marina, la Cicciolina, siempre y cuando en las fotos en que estaba la mujer, en el álbum publicado con las fotos de Tunick, se censuraran las partes pudendas con manchitas negras.
-¿Qué más negra quiere, señor presidente. Mire el sapo de la Marina -sugería la tía, acercándole a los ojos la publicación-, negro, negro; ni se le ve la tremenda tarasca que tiene la chiquilla.
-Bueno, yo estoy de acuerdo con la objeción del presidente. El hombre aparte de sabio, está bastante potable todavía. No tengo problema en que les pongan una banda negra a mis cositas regalonas, pero de esas que se puedan raspar. Démosles un gusto a los electores.
La madre del colectivo Astarté, devota de la iglesia evangélica, credo que tenía muchos adeptos en todas las comunas que comprendía el distrito electoral, habló con un amigo íntimo del pastor, su brazo derecho. Le pidió que buscara la forma para que el ungido apoyara la candidatura de Marina a secas.
-No te olvides que yo he sido la que te saca el clavo, cada vez que la loca de tu mujer escandaliza y te corta el agua.
-Pero esas chicas tuyas son pecadoras, ¿cómo quieres que las ayude? Una diputada evangélica que le gusta empelotarse en la calle. Ni muerto hablo con el pastor.
¿Qué más negra quiere, señor presidente. Mire el sapo de la Marina -sugería la tía, acercándole a los ojos la publicación-, negro, negro;
-Como quieras. Pero a tu esposita no le gustará saber que en cuanto ella te da filo, me llamas y sales a escondidas con tu traje de superman a cuestas.
-Eres una malacatosa de las peores que existen. Está bien. Hablaré con él hoy mismo, lo prometo.
La iglesia, a través del pastor, aceptó apoyar a la hermana Marina, pero sin que se notara mucho, para evitar habladurías posteriores, pues la agrupación religiosa se preciaba de no tener compromisos con ninguna ideología.
Y comenzó la campaña. El amigo del pastor puso a disposición de la futura parlamentaria su vehículo, un camión nuevo de gran envergadura. En la parte trasera para la carga, el propietario creó una extraña escenografía de laberintos escondidos. Plantó una tarima sobre la cual adosó un cubículo en el cual iría parada Marina, la Cicciolina, saludando a la gente. Estaba flanqueado por paneles altos de cartón, sujetos a las barandas de la carrocería. El día de la caravana, faltando pocas cuadras para llegar a la plaza, Marina fue agarrada por detrás del podio. Allí estaba la boca del laberinto. Con una mano le bajaban la falda y con la otra le rasgaban los calzones. Sin embargo, ella resistió estoica, saludando a la muchedumbre. De pronto sintió algo frío y duro entre sus piernas. Los paneles traseros comenzaron a torcerse sin remedio. Cuando el fantasma, ¿qué otra cosa podía ser?, estaba a punto del gozo final, en el momento preciso en que doblaban por la plaza, el andamiaje comenzó a quebrarse. La gente se lanzó al encuentro del camión, querían demostrar su adhesión a la candidata. De súbito la escenografía se vino abajo. Marina quedó milagrosamente de pie, sujeta ni más ni menos que por el incomparable Superman, quien la sostenía firmemente entre sus brazos. Cuando al fin el héroe la soltó, los curiosos se dieron cuenta de que éste tenía el traje abierto de arriba abajo y Marina estaba sin falda y a poto pelado. //LND