Diversos factores neuropsicológicos y culturales nos impulsan a pasar pánico voluntariamente
El suspense, las historias de terror y los momentos de espanto tremebundo que reproducen las películas de horror nos atraen. Por eso en estas fechas de Halloween y Día de Difuntos nos deleitamos buscando esos instantes horripilantes que nos pongan la carne de gallina y los pelos de punta. Se trata de una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual susto, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad. Y nos gusta.
Aunque en un principio el miedo resulta desagradable para quien lo padece. Es una emoción, sin embargo, que también funciona como método de supervivencia, pues nos pone en alerta ante a una amenaza. Y nos hace sentir bien cuando desaparece, tan bien que sentimos que ha merecido la pena sentir ese temor.
Son estas sensaciones de incertidumbre y miedo lo que vamos buscando cuando vemos películas de terror. Un miedo controlado en escenarios complejos pero ajenos a las consecuencias que supondría estar dentro de ellos.
En realidad, la mayoría de nosotros somos adictos al miedo que generan los relatos, los videojuegos o las películas y series de terror. Y si bien tener miedo no es una sensación agradable en la vida real, sí que lo buscamos cada vez que podemos en la ficción.
La mayoría de nosotros somos adictos al miedo
Diversos estudios dicen que a los hombres les gustan más las chicas que sienten miedo y a ellas todo lo contrario; quieren alguien que no se asuste ni al encontrarse solo en un callejón oscuro y sin salida con el esperpento de Aramis Fuster. En resumen, las chicas quieren ser protegidas y los chicos, proteger.
Pero, ¿por qué nos gusta sentir miedo? Tal vez por esa emoción que se disfruta solo cuando la persona percibe que está a salvo. Algunos investigadores han destacado su función de aumentar la empatía y la cohesión de los grupos sociales.
En 1986 se llevó a cabo un curioso experimento con adolescentes, en el que chicos y chicas veían una película de miedo en pareja. Se llegó a la conclusión de que los chicos encontraban más atractivas a las chicas que sentían miedo ante aquellas que hablaban sobre cómo se desarrollaba la película. En cuanto a los chicos, resultaban más interesantes los que se mostraban valientes ante las imágenes. Al parecer, según el estudio, las mujeres son más propensas a buscar la cercanía física cuando se asustan, y ese es el momento idóneo en que los hombres pueden mostrar su fuerza y abrazarlas.
Cuando el miedo se dispara, el cerebro sufre la activación de muchas áreas. La amígdala juega un papel central, y funciona como primer activador de respuesta al miedo. Apoya la importancia de este órgano el hecho de que una persona con lesiones en él no siente miedo ni siquiera al ver arañas o serpientes enormes y amenazantes, o al entrar en una casa encantada con fantasmas incluidos.
En resumen, hoy es Halloween, vamos a disfrutarlo.
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