Evitar un análisis profundo de las ideas tácticas empleadas por Gerardo Martino a lo largo de la presente temporada sería un ejercicio de humanidad. El carácter afable y respetuoso del actual técnico culé bien merece ser respondido con un lenguaje neutro pero honesto al mismo tiempo. El mayor respeto que se puede alcanzar con una persona respetuosa es teniendo con ella un acto de honestidad. En la rueda de prensa tras la debacle blaugrana ante el Atlético de Madrid, decía Martino que la intención de situar a Messi en la banda derecha obedecía al objetivo de hacerlo un jugador "poco participativo". Según ha trascendido a los muros del vestuario catalán, en la charla técnica previa al encuentro fue un poco menos lacónico. Reflexionó acerca de esta decisión y se vio obligado a explicar ante las caras atónitas de sus futbolistas porqué había decidido ahorrar el quebradero de cabeza que restaba sueño a Diego Pablo Simeone.
La intención técnica de Marginar a Messi en una banda perseguía el objetivo de atraer a varios jugadores del atlético a esa parcela del terreno de juego y dejar huecos en el centro de la zaga colchonera. Con ese movimiento táctico, Martino suponía que tanto Koke, como Filipe Luis como Godín y en algunas ocasiones Villa se centrarían en Messi y dejarían campar a sus anchas a Cesc Fábregas y a Neymar por el campo. La decisión, incluso permitiría a Mascherano incorporarse puntualmente al medio campo ante el desajuste de Villa. El Barcelona tan solo tendría que superar una línea defensiva y encajarse ante la cara de Courtois. Solo Xavi, varios minutos después de la charla del técnico argentino se atrevió a cuestionar ya en privado la idea del técnico. El resto de jugadores se dispersaron asombrados por considerar el planteamiento demasiado infantil como para que un entrenador como Simeone mordiese un anzuelo tan evidente. Todos los futbolistas blaugranaspensaban antes de la charla que la guerra técnica del encuentro sería una lucha constante donde Martino intentaría crearle espacios a Messi en el centro y el objetivo de Simeone sería marginarle en una banda. Al escuchar la apuesta de su técnico, consideraron el planteamiento poco realista.
Incluso el propio Cesc, varios días antes del encuentro había mostrado su preocupación porque veía muy complicada su participación en el once inicial del equipo que saltaría al Vicente Calderón. Sus temores se consolidaron cuando el Tata afirmo en la rueda de prensa previa al choque del Manzanares que "el camino es la última media hora del partido de ida". Esa media hora le señalaba a él porque cuando fue sustituido por Alexis Sánchez, un jugador de banda y de garra, el equipo mejoró en el Camp Nou considerablemente en lo físico y en lo táctico. Cuando el Tata expuso ante sus pupilos la alineación que tenía en la cabeza, incluso el propio Fábregas mostró una cara de sorpresa.
Desde el momento en que el árbitro hizo sonar el silbato para comenzar el encuentro los futbolistas del Atlético estaban plenamente convencidos de lo que tenían que hacer tácticamente, paralelamente, ningún futbolista culé había dado crédito a un planteamiento tan delirante como el que había dispuesto su técnico. La victoria psicológica de los futbolistas azulgranas ya se había visto comprometida antes de iniciarse la batalla. Cuando Simenone advirtió la inoperancia ofensiva que ofrecía la situación de Messi pegado a una banda, el técnico colchonero decidió ampliar a los primeros 20 minutos un acoso y derribo que un principio estaba programado solo para los 10 minutos iniciales. Los jugadores del Barcelona saltaron al campo estigmatizados porque eran conscientes de que el plan de su máximo responsable no iba a funcionar y porque son conscientes de los bloqueos de Martino durante los encuentros cuando se pone en contra el marcador. En el ambiente del vestuario se respira la idea de que si el técnico argentino no acierta desde el principio es muy difícil que posteriormente encuentre una solución. El hecho de que ni en el partido de ida ni tan siquiera en el de vuelta, el técnico argentino agotase los tres cambios es un motivo suficiente como para pensar que los futbolistas del Tata tienen razón.
A 30 minutos del final del encuentro se pudo apreciar como varios pesos pesados del Barcelona miraban desesperados al banquillo buscando una reacción que no pasase por hacer que Dani Alves colgase balones desde la banda con centros más supeditados al fallo de la defensa colchonera que al acierto de sus propios delanteros. El auxilio táctico llegó con la sustitución de Fábregas por Alexis pero el conjunto sufrió otro duro revés 10 minutos más tardes cuando se vio desfilar a Iniesta, el jugador que tiene más fe y talento en este tipo de situaciones, camino de la ducha. Ningún futbolista culé entendió al llegar al vestuario porqué Martino decidió quitar al manchego sin haber prescindo antes de uno de los defensas centrales. Y aún a día de hoy siguen sin entender porqué cuando el equipo se desplomaba físicamente, el técnico no vio conveniente agotar los tres cambios prefiriendo morir con los centrales puestos.
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