Este país no saldrá de la encrucijada sin afrontar la sustitución integral del actual modelo de Estado, pues de no tomar la República mudanza de la situación la depreciación democrática se hará irreversible
Desde la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978 España es una Monarquía Parlamentaria en la que el rey ostenta la jefatura del Estado si bien desposeído de todo poder ejecutivo que está conferido al Presidente del Gobierno elegido por el Parlamento, emanado del voto universal, libre, igual, directo y secreto de todos los electores.
Carácter testimonial que la convierte en referente de disfuncionalidad y hace de su continuidad un sin sentido, y eso es así por más que los artífices de su restauración quieran arroparla de legitimidad, pues lo cierto es que lo inservible de la fórmula monárquica es manifiesto y su prolongación en el tiempo es a todas luces contraproducente; circunstancia que no hace mas que pronunciar la situación de deterioro, pues en la actual coyuntura la monarquía no pasa de ser el inútil símbolo de un país que no cesa de sepultarse en el pasado sin trazas de reactivación
Atrás debe quedar por tanto el falso mensaje que atribuye a la realeza la instauración del sistema democrático, esa interesada maniobra tendente a relacionar nuestro marco de libertades, derechos, deberes y obligaciones como éxito de la corona, cuando lo cierto es que nada tienen que ver, pues la democracia ensimisma está muy por encima de una institución efímera, absurda e incongruente como la monarquía.
Tras cuarenta años de compleja pervivencia desde sus orígenes en la dictadura franquista, nada beneficioso ha reportado a los ciudadanos del común, a esos que contra viento y marea todos los días sacan este país adelante, contrariamente a los que con sus excesos y corrupción están poniendo en grave peligro los fundamentos más elementales de nuestro sistema democrático siendo por ello y por su nula aportación a la buena marcha del país que, aquí y ahora, la institución monárquica, además de perjudicial resulte totalmente baldía.
El cuestionamiento de la monarquía no obedece tan solo a los errores y negligencias cometidas en el diseño de su propia génesis, sino también a la combinación de errores institucionales, de conductas inapropiadas e intolerables que sustrajo su solvencia e indujo su refutación como referente de utilidad política.
Circunstancia que no solo causó su propio deterioro, sino que realimentó la convicción política que el régimen republicano era más apropiado para afrontar la solución de los grandes retos del país.
La obstinación en prorrogar la continuidad política defendiendo lo inservible, fue otra de las frivolidades que a pesar de entrañar consecuencias funestas no supo evaluar la Casa Real, tal fue así que desde el mismo foro se llegó a proclamar que la institución monárquica era un referente de ponderación investido por la ciudadanía, a pesar que su instauración y entronización fue determinación exclusiva del dictador, y por tanto, ajena a la voluntad popular.
La instauración y entronización de la Monarquía fue determinación exclusiva del Dictador, y por tanto, una decisión totalmente ajena a la voluntad popular
Siendo otro despropósito añadido, utilizar el resultado del referéndum de la Constitución del 78 como argumento de legitimación, cuando todo aquello transcurrió asimilado a un clima de coacción sociopolítica, carente de garantías democráticas y envuelto en un clima de amenazas e retroceso.
Aspectos todos ellos que propiciaron que cada vez sean mas numerosas las voces que se han alzado a favor de abrir un proceso constituyente y un referéndum sobre el modelo de Estado, donde el pueblo pueda hablar y decidir si quiere monarquía o república.
Justificada aspiración partiendo de la base que el 70% de la población de este país no tenía edad de votar cuando en 1978 se aprobó el contenido de la actual Constitución, siendo por tanto un debate inevitable que ahora ha resurgido, pero siempre ha estado ahí y que mas que impedimentos precisa de resolución
Después del fracaso del modelo que nos condujo a la actual debacle, no cabe una segunda Transición, es decir, hacer unos retoques cosméticos de la actual Constitución, para blindarla en mayor medida y así seguir preservando sus privilegios y beneficios, .
Debiendo quedar claro .que todo lo relacionado con la misma, es un todo superado por la ciudadanía que harta de ninguneo reclama mayor participación en la vida política, y exige poner fin a un sistema político, corrupto y antidemocrático impuesto por las leyes de la dictadura franquista y en constante proceso de involución.
Es por eso, que en este 14 de abril aniversario de la proclamación de la Segunda República, haya motivos mas que sobrados para demandar su restauración, y no tan solo como un simple modelo de Estado, sino como punto de encuentro donde la libertad, igualdad y fraternidad confluyan el pro de la convivencia y la consolidación de una democracia real.
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