El PP se ha declarado abiertamente socialdemócrata, y merece la pena entender la diferencia entre socialdemocracia y socialismo marxista
A finales del año 2020 concedía Pablo Casado, actual líder del Partido Popular, una entrevista en el diario El Mundo en la cual venía a presentar el ideario de su partido como socialdemócrata. No lo hacía así, de forma directa, sino de manera indirecta al declarar literalmente que “El PP representa ahora mejor a los socialdemócratas moderados que Sánchez”. Cabe plantearse qué es eso de la socialdemocracia, y en qué se diferenciaría del socialismo o de otras ideologías existentes.
Partiendo de esta declaración de principios del líder del que en otro momento pretendió ser el partido “de derechas” de la nación española, vamos a explicar en el presente ensayo qué podemos entender por socialdemocracia, y si es diferente del socialismo en sentido estricto.
Partiremos para ello de hacer un recorrido en el tiempo por los orígenes y desarrollo del socialismo reaccionario o de corte marxista, para luego contraponerlo a la socialdemocracia moderna.
El contrato social.
Para encontrar el origen del socialismo, debemos remontarnos a la Ilustración francesa del s. XVIII. Entre los autores ilustrados encontramos a Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau. Fue en concreto este último, en su obra titulada “El contrato social: o los principios del derecho político”, más conocida históricamente como “El contrato social” quien exponía la teoría política que más influencia tuvo más tarde en los primeros autores socialistas, y en los revolucionarios franceses.
Dicha teoría niega el derecho divino del Rey sobre sus súbditos, exponiendo que el hombre no nace bajo el mandato Real, sino que nace libre, pero acepta voluntariamente pertenecer a una sociedad a cambio de los beneficios inherentes a la misma. Porque si vive solo y aislado no podrá gozar de la defensa del ejército, de la ayuda de los vecinos, o de poder intercambiar el fruto de su trabajo por otros bienes. Russeau teoriza a partir de las bases del derecho privado, y en dichos términos jurídicos teoriza que el acuerdo del hombre libre de someterse al Rey se denominaría “contrato social”.
Esta idea fue muy revolucionaria en su tiempo, porque dicho “contrato social” se puede firmar con un Rey, pero también con cualquier otra forma de Gobierno. No tendría por qué ser el Rey el mayor mandatario, sino que podría el hombre firmar dicho contrato con una República gobernada en Asamblea.
Dicha obra de 1762 es citada por el monje e intelectual italinao Ferdinando Facchinei unos años después, en 1766, con la palabra “socialismo” para referirse a aquella corriente filosófica que defendía la tesis del “contrato social”. Esta es la primera vez en la Historia que encontramos el término “socialismo”.
Este “socialismo” es el que inspira a los revolucionarios franceses, que poco después de su alzamiento terminarían asesinando a la familia real y constituyendo la República Francesa.
La revolución francesa.
Cronológicamente podríamos afirmar que la primera manifestación del socialismo en la práctica política lo encontramos en la Revolución Francesa en 1789, con la toma por parte del denominado Tercer Estado del poder político que antes ostentaba monopolísticamente el Rey en el Antiguo Régimen.
En la sociedad feudal francesa los Estados Generales eran las asambleas que convocaba el Rey para deliberar asuntos públicos, especialmente los relacionados con impuestos, dotes para el ejército, reparto de cosechas, etc.. en los cuales se denominaba Primer Estado al clero, Segundo Estado a la nobleza, y Tercer Estado a los representantes de las ciudades o provincias.
El primer estado y el segundo estado contaban con privilegios concedidos por el Rey, así como con grandes propiedades. Por lo que la carga impositiva solía recaer en mayor medida en el Tercer Estado.
En general, el tercer estado engloba o representa a campesinos y burgueses (artesanos, comerciantes) si bien se puede entender que representaba a todos los ciudadanos de a pie. Aunque en algunos casos se ha hablado de Cuarto Estado para referirse a los plebeyos (ciudadanos ordinarios sin propiedades ni derechos, o con muy pocos derechos en todo caso).
Hubo una conspiración previa a la Revolución, por parte de miembros de este Tercer Estado que se reunían en secreto en la Iglesia de San Jerónimo para tramar el golpe. De ahí que se denomine a esta corriente de pensamiento como “jacobinos” o “socialismo jacobino”.
Con el triunfo de la Revolución en 1789 este Tercer Estado toma el poder y se constituyen a sí mismos en “únicos integrantes de la Asamblea Nacional”.
De esta forma triunfan las ideas prescritas en los años anteriores por llamados “autores ilustrados” del s. XVIII y que cuestionaban tanto la legitimidad del derecho divino del que emanaba el poder de la Realeza, como su gestión y gobierno de la nación.
Evolución hacia el marxismo.
El término “socialismo” vuelve a ser utilizado más tarde por el periodista y filósofo Leroux en Francia, así como por el filántropo Robert Owen en Gran Bretaña. Va tomando forma como idea política que se refiere al gobierno a favor del pueblo, redistribuyendo los bienes y riquezas e impidiendo su acumulación en manos privadas.
En el caso inglés, la filosofía de Owen se conoce como “socialismo utópico” y no propugna la lucha de clases, sino la fraternidad humana. Tuvo influencia en algunas de las primeras colonias británicas en Norteamérica, dando lugar en algunos casos a una especie de Comunismo que fracasó en la práctica. Pero sus ideas perduraron en muchos intelectuales británicos.
En el caso francés, el socialismo se materializa en la obra de Saint Simon, luego citada por Leroux, escrita entre los años 1803 y 1825 y de gran influencia en la República Francesa, que propugnaba que las necesidades de la clase trabajadora debían ser satisfechas a través de una nueva reorganización social positiva.
Pero es con el alemán Karl Marx con quien la idea política de “socialismo” alcanza su zénit. Y se difunde en poco tiempo a nivel internacional, con gran acogida por muchos intelectuales de la época, tanto en Europa como en América.
En su obra Marx (1835-1880) utiliza en muchas ocasiones este término de “socialismo”. Lo utiliza siempre como sinónimo de comunismo, individualismo libre, asociación libre o humanismo positivo, refiriéndose en todo caso a un estado social “postcapitalista”, es decir, en el cual la sociedad ha dejado atrás el capitalismo y ha constituido un gobierno de corte social o comunista.
Aquí conviene recordar que la idea central del marxismo radica en un modelo conceptual “histórico” que ve la evolución del hombre a través de la Historia como una “lucha de clases”, en el cual la monarquía o el capitalismo eran solo etapas sucesivas, y tendría que llegar una etapa “postcapitalista” según teoriza, que se correspondería “grosso modo” con el socialismo o comunismo.
No es hasta años después de la muerte de Marx que otros autores que continúan su obra (marxistas) diferencian teóricamente socialismo y comunismo, identificándolos con etapas distintas, siendo el socialismo previo al comunismo en esta teoría histórica y sociológica que ya podemos denominar Marxismo.
En todo caso, el socialismo para Marx implica que todos los bienes de producción estén en manos del Estado, el cual a través de un cuerpo burocrático gestione la totalidad de la economía y sociedad, controlando absolutamente todos los aspectos de la vida del ciudadano.
Esta visión marxista del socialismo, con mayor o menor alcance, es la que implica el socialismo que ha llegado hasta nuestros días. Las versiones más moderadas abogan por una intervención estatal en todas las esferas de la economía y de la sociedad, pero dejando lugar a la iniciativa privada, así como a la propiedad privada. Mientras que las versiones más extremas abogan por la nacionalización de toda la industria, así como por el absoluto control de la economía y resto de servicios.
De alguna forma podríamos afirmar que el “contrato social” con Marx se firma entre las personas y el Estado Socialista, siendo dicho Estado un ente superior al propio individuo y que está por encima de él, pudiendo por tanto administrar la vida y los bienes de todas las personas. La tesis central de esta ideología radica en que la distribución de la riqueza es de esta forma la más justa posible.
La Revolución Rusa y la URSS.
Si bien el socialismo utópico inglés con origen en Owen y el socialismo jacobino francés depurado por Saint Simon ya tenían gran influencia en círculos intelectuales, es como dijimos el empuje de la obra de Marx el que más cala en el ideario socialista a nivel internacional hasta nuestros días.
Y en la práctica este ideario socialista marxista sustenta la Revolución Rusa. En febrero de 1917 comienza una revuelta de los obreros (asociaciones obreras, partido obrero, y los denominados “comités” que habían controlado en las ciudades y pueblos en los meses previos la actividad económica y productiva). A partir de una huelga obrera, se suceden altercados violentos que van subiendo de nivel, hasta que el ejército se pone de lado de los obreros y el movimiento acaba tomando el poder.
Karl Marx es el gran ideólogo del socialismo, y su corriente es seguida por la mayor parte de partidos socialistas hoy en día
Por supuesto estas organizaciones obreras y partidos obreros tenían en sus estatutos la ideología de Marx (socialismo) como fundamento de toda su actuación, y la teoría marxista guiaba sus pasos, así como su programa político revolucionario.
Se decretó un gobierno provisional en febrero de 1917, a través de Soviets, que eran órganos de representación obrera. Y unos meses después, en octubre de 1917, el gobierno es tomado por el partido político Bolchevique con su líder Lenin a la cabeza, junto con otro líder de dicho partido, Trostki. Estos nuevos dirigentes repartieron todas las tierras y medios de producción, acabando así con las grandes propiedades privadas. Poco después se desató una Guerra Civil, que los bolcheviques (denominados también a sí mismos comunistas o Ejército Rojo) lograron ganar, instaurando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que perduraría hasta finales del s. XX.
La URSS gozó de cierto poderío económico, y se preocupó en gran medida de extender la ideología socialista y comunista por todo el mundo. Así otros muchos países a lo largo del s. XX fueron entrando en la dinámica de instaurar el socialismo marxista (Cuba, Venezuela, Vietnam, Corea del Norte, China, etc…).
Pero como es bien sabido el socialismo marxista no resultó ser sostenible a largo plazo, y tampoco cumplió a corto o medio plazo con sus previsiones de poder mejorar la vida de los obreros o de las personas más humildes. Sino al contrario, degeneró en todos los países en los que se puso en práctica, derivando en hambre, subdesarrollo, muerte y miseria para el pueblo.
Del socialismo al Corporativismo.
No solo el ideario izquierdista ha sido influido por el socialismo. En general las corrientes dictatoriales de mediados del siglo XX en Europa también se inspiran en ideas socialistas.
El Nazismo en Alemania es impuesto por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler. El programa político pasaba por instaurar un socialismo de carácter conservador, que se oponía al capitalismo y a las grandes empresas, pretendiendo centrar todo el poder en el Estado central, dirigiendo dicho Estado todos los medios de producción e industriales.
El Fascismo En Italia es también una idea de raíz marxista y hegeliana. Tanto Marx como Engels, Hegel, Sorel y Labriola son los pensadores que más incluyeron en Benito Mussolini. De la misma forma que el Nazismo alemán, o que el socialismo comunista ruso, promueve que el poder del Estado sea absoluto y esté por encima de todos los individuos, centrando toda la propiedad de los medios económicos y rechazando de plano la democracia.
El Fascismo se llevaba a cabo en la práctica a través del Corporatismo, una forma de gobierno incompatible con una sociedad libre. Todas las organizaciones civiles y políticas (sindicatos, partidos, asociaciones empresariales, etc…) deben ordenarse en modo corporativo por y desde el Estado central. El Estado está por encima del individuo.
El Falangismo en España es la transposición a nuestro país del mismo ideario nacional-socialista que inspira a fascistas y nazis. Si bien como es lógico con algunos rasgos propios, la base política de su ideario es igualmente la del rechazo al capitalismo, así como la búsqueda de un Estado socialista que dirija la vida y propiedades de los ciudadanos.
El socialismo en nuestros días en España.
Todos los partidos políticos de izquierda o centro izquierda en España tienen en su fundamento este socialismo marxista. Con la sola diferencia de que en algunos casos el programa político es más radical, en el sentido de un absoluto rechazo a la propiedad privada y a la iniciativa privada, mientras que en otros casos el programa se puede considerar más moderado, por respetar dicha iniciativa privada en mayor medida.
El PSOE es el partido de izquierdas más antiguo, fue fundado en mayo de 1879 como partido obrero y de clase, terminología de origen marxista. Y se afilió a la II Internacional ese mismo año, asociación que agrupaba a todos los partidos socialistas marxistas. Este ideario socialista marxista es el que perdura hasta nuestra época.
Esquerra Republicana de Cataluña, fundado en marzo de 1931, es también de corte marxista y promulga la independencia de Cataluña.
Bloque Nacionalista Gallego, fundado en 1982, comparte igualmente la ideología de socialismo marxista y persigue la independencia de Galicia.
Izquierda Unida, fundado en abril de 1986 es un partido federal que agrupa a diversos partidos de ideario comunista (Partido Comunista de España, Partido de Acción socialista, Partido Comunista Catalán, etc…). Su ideario es más extremo que el del PSOE, rechazando toda idea de propiedad privada así como de iniciativa privada.
Bildu, fundado en abril de 2011 es una coalición electoral que agrupa a diferentes partidos de izquierdas que se fundamentan en el socialismo marxista extremo, y con marcado carácter independentista respecto del País Vasco.
Podemos, fundado en enero de 2014, es el más reciente y tiene en su estatuto fundacional un marcado carácter de socialismo marxista de carácter extremista, en línea con el ideario de Izquierda Unida de rechazo a todo tipo de iniciativa privada.
La primera idea de socialdemocracia.
El término “socialdemocracia” tiene también un origen común con el término “socialismo”. De hecho, supone la agregación a la ideología socialista de un ideario democrático, es decir, de que los obreros puedan votar las propuestas políticas a ejecutar, así como a los representantes populares que lo ejecutarán.
Pero no podemos entender esta democracia al estilo occidental o norteamericano, en el cual todas las ideas del espectro político tienen cabida. Sino que las votaciones se deben ceñir siempre al guion establecido por el Estado, y bajo el marco de lo que el Estado socialista haya determinado. Así encontramos ejemplos modernos en la dictadura de Cuba, donde se celebran elecciones, pero siempre con candidatos propuestos por el gobierno y bajo la dirección estatal, sin que exista una verdadera libertad para el ciudadano.
Socialismo y justicia, el modelo de Jhon Rawls.
El socialismo que hemos tratado hasta ahora es el que se suele denominar socialismo de base marxista o también socialismo reaccionario.
Pero existe una concepción separada y más moderna del socialismo, basada en la búsqueda de la denominada justicia social. Este concepto fue enunciado en la segunda parte del s. XX por el filosofo norteamericano Jhon Rawls, profesor de filosofía política de la Universidad de Harvard.
Para Rawls el gobierno debe buscar una protección y equilibrio de los principios de libertad e igualdad de los ciudadanos, a través de la idea de la justicia social, entendida como equidad. Pasando ello por alcanzar una justicia distributiva de la riqueza, que también debe ser dirigida por el propio Estado a través de las leyes (Estado de Derecho). Siendo los miembros del Gobierno elegidos siempre de forma democrática.
Esta idea de socialismo de justicia y democrático es el que inspira a ciertos partidos socialistas o de justicia social, con influencia en los laboristas ingleses, y con inspiración en partidos de países tan variopintos como Egipto, Gran Bretaña o la Venezuela de los años 80.
Modelo Nórdico.
Sin embargo, en la práctica la socialdemocracia alejada del socialismo reaccionario o marxista más consolidada es la que ha gobernado en los llamados países nórdicos. Este conjunto de países engloba a Suecia, Noruega y Dinamarca, todas ellas monarquías constitucionales, así como a Finlandia e Islandia, que son Repúblicas democráticas.
La característica principal de este socialismo democrático radica en un sistema político que busca un gran estado del bienestar para el ciudadano, así como un modelo de negociación colectiva corporativista que agrupa a empresarios y sindicatos.
Los partidos políticos que han gobernado en la segunda mitad del s. XX e inicio del s. XXI en estos países han sido de corte socialdemócrata, y con un ideario basado tanto en las ideas de justicia social que podríamos asemejar a las de Rawls así como a las ideas económicas del autor canadiense Jhon Kenet Galbraith, también como Rawls profesor de Harvard.
Conclusión.
Como podemos apreciar, la socialdemocracia moderna, de fuerte inspiración en las ideas de la escuela norteamericana de Harvard y alejada del socialismo marxista, es una corriente política e ideológica muy diferente a dicho socialismo comunista y reaccionario de Marx que tenía su antecedente directo en el contrato social de los jacobinos o ilustrados franceses.
Parece que el actual Partido Popular español es en esta corriente socialdemócrata en la que se quiere inscribir, probablemente tanto para distanciarse del nuevo partido de derechas VOX, que ha sabido robarle la parte más conservadora de su electorado, como para atraer a votantes del PSOE de corte menos izquierdista y que no se ven representados en el actual socialismo marxista que dicho partido representa hoy en día.
Lo cierto es que, si bien la socialdemocracia ha tenido un mejor éxito económico y social que el socialismo marxista, no obstante adolece de buena parte de los errores de fondo que éste y no es sostenible a largo plazo. Porque solamente el capitalismo y el libre mercado aseguran el desarrollo económico a largo plazo. Pero esto sería una cuestión a desarrollar en otro ensayo.
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