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La politica expansiva de los bancos centrales esta llevando al triunfo de una forma de capitalismo que necesita del dinero barato para generar riqueza
Durante todo el siglo veinte el capitalismo mantuvo un duro pulso con el sistema comunista por imponerse como modelo en el mundo. Esta enconada lucha entre adversarios dotados de fuerzas equivalentes fue causa de que ambos adoptaran una actitud contenida, de cara a preservar energías en la que se preveía pugna de incierto final.
La existencia de un rival obligó al sistema capitalista a mantener alerta sus mecanismos defensivos y no dejarse llevar por euforias desmedidas que podrían redundar en su propio perjuicio. Todo disfunción de sistema era aprovechable por el adversario para fortalecerse a costa del rival.
El inesperado colapso del sistema comunista en la ultima década del siglo cambió radicalmente la situación. El capitalismo se encumbró como absoluto vencedor de la centenaria pelea y como una consecuencia de tal estado se abismó en una especie de embriaguez que ha sentado las bases de todos los posteriores problemas. Esa borrachera ha estado alimentada por un poderoso narcótico que ha circulado, cada vez más, barato y en cantidades cada vez mayores: el dinero.
Los Bancos Centrales de Occidente emprendieron desde la crisis de Internet y los sucesos del 11s se una política de reducción de tipos hasta extremos nunca vistos y hasta límites mucho más allá de lo sensato. No se puede negar que esa actitud complaciente de la autoridad monetaria con el sistema financiero solo se puede entender en ese estado narcótico en que el sistema se siente tan seguro, por falta de alternativas, que tiende al abuso. Lo que en sicologia se entiende como euforia y la vox populi llama simplemente “calentura.
La baratura del dinero fue justificada como la respuesta al peligro de crisis y solo fue posible por la combinación de una inflación muy débil, a causa de la apertura general del mercado mundial a los países podres con producción barata, y la abundancia de ahorro de los países productores de materias primas y las economías ahorradores del área Asia-Pacifico
Pero ni la una ni la otra debieron hacer posible este exceso de euforia que propicia la excesiva liquidez de los banqueros centrales quienes, en lugar de comportarse como padres responsables con sus hijos traviesos, se mostraron indulgentes por su desmesurada autoconfianza. Olvidaron en su excitación inducida por el toxico de la autocomplacencia que el capitalismo a pesar de su triunfo se mantiene sobre bases incomovibles: la avaricia y la ganancia.
Y cuando ese sentimiento se deja de controlar como está sucediendo con el sistema financiero en los presentes años, todos los elemento del mercado se embriagan con la facilidad de credito y tienden al exceso de las deudas. Este cáncer sistémico del sistema es una vez mas el causante de la crisis que ahora nos ahoga. La resaca, dicen, será larga, acorde con la droga ingerida.
Matyiu SanMartinO