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Lo que le está pasando hoy al Real Madrid no es algo que se vea todos los días. No es muy común asistir como testigo de excepción a la autodestrucción de una entidad tan grandiosa como la madridista. Generaciones enteras recordaran los hechos que se están sucediendo en la casa blanca. El Lehman Brothers de los deportes que ha hecho de una burbuja futbolística su propio medio de vida. A nadie sorprendería a estas alturas que al igual que en el conglomerado financiero estadounidense, algún que otro de sus altos ejecutivos salga fuertemente indemnizado tras haber destrozado el club. El Real Madrid acaba de entrar en quiebra deportiva y no parece factible que Florentino Pérez tenga la capacidad suficiente para rescatarlo. El problema ni es nuevo ni es de ahora, viejo como el propio hombre y superficial como el márquetin, la entidad futbolística más laureada del mundo ha concebido su futuro basado en un acrílico pasado. Si hablamos de fútbol, estaremos hablando del problema. El Real Madrid se proclamó la pasada temporada como campeón de una liga catalogada como "histórica" por los números más que por los hechos. Con un análisis completamente sectario e interesado, vendido desde las entrañas de la entidad, se ha intentado convencer al aficionado de que su plantilla era la mejor de todas, su entrenador el oráculo del fútbol y el club el ombligo del mundo. De la pasada liga solo se habla del resultado, de la victoria, de los récords y del objetivo conseguido. El fin ha justificado los medios para conquistar un título conseguido y observado de forma superficial. Nadie en el Real Madrid se ha atrevido a cuestionar el resultado y revisar el camino. La unidad solo sirve tras doblegar la discrepancia y dentro del club, hasta que se han torcido los partidos, nadie se ha atrevido a levantar la voz, ni siquiera a mover un labio. Algunos se empeñan en confundir al madridismo sustituyendo la razón por la fe y la vista por el olfato. El Real Madrid ha depositado toda su estabilidad y la ilusión de su afición en una parrafada de datos estadísticos: 100 puntos, 121 goles y un 1-2 en el Cam Nou. De esa liga no queda nada más. El resumen de la liga se sostiene en esas tres cifras que son el paso previo para liarse un trapo en la cabeza y taparse los oídos. Lo demás no importa porque la directiva madridista y su cuerpo técnico se han empeñado en engañarse a sí mismos y engañar colateralmente al resto del madridismo. Las matemáticas han engañado nuevamente al fútbol y han mutilado la necesidad de mejora en un conjunto que creyó tener el potencial suficiente para mirar cara a cara al Barcelona. No debe resultar fácil aceptar en Concha Espina una verdad como un templo: El Madrid es inferior al Barcelona y ya lo era el año pasado. La incapacidad blanca para dar rienda suelta a la autocrítica le ha situado bruscamente al pie de la cornisa. Ningún operario de la casa blanca se ha parado a pensar en qué circunstancias se produjo la victoria, si influyó la suerte, si fueron determinantes los árbitros o si su estilo, tan frágil y superficial, tendría la consistencia suficiente para batirse en duelo contra el paso del tiempo. Lehman Brothers solo inflaba el valor de unos derivados financieros, El Madrid lleva tres años inflando el valor real -no de mercado- de su plantilla y el de su técnico. Es increíble que en el entorno de un equipo de fútbol las palabras más repetidas sean: Capital, amortización, top, valores, objetivos, rentabilidad, mercadotecnia, progresión, cláusulas, etc. El Real Madrid es un equipo centenario que no sabe vivir sin alma, y desde que llegó Mourinho su alma se quema en las calderas del diablo. Lehman Brothers cayó e hizo caer a todo el mercado financiero, el caso del Real Madrid es distinto, el Real Madrid caerá solo. Como les pasó a los brokers en Wall Street, en Concha espina solo saldrán unos cuantos beneficiados y una masa social perjudicada. El conjunto merengue retiró la mano del cuello del Barcelona y de forma autómata parece que ha decidido utilizarla para ahogarse a sí mismo. Corren los peores tiempos posibles en una entidad tan excesivamente jerarquizada que incluso cuando el silencio vence a una opinión contradictoria se interpreta como una afrenta al propio club. Es muy complicado ver un buen final en un conjunto que lave los trapos sucios en el exterior, pero es completamente imposible que triunfe si sencillamente no los lava, ni fuera ni dentro. Al madridista de a pie se le ha hecho creer que Arbeloa es un lateral espléndido, la quintaesencia hecha persona en una banda; Que Cristiano Ronaldo es el mejor jugador del mundo; Que Alonso es la brújula de la selección; Que Ramos y Pepe han inventado el puesto de central en el fútbol; Que Coentrao bien merecía un traspaso de 30 millones o Modric por 42; Que Kaká había vuelto; Que callejón es una solución; O que Casillas es el santo las 24 horas del día. Y sobre todo, al aficionado madridista se le ha hecho creer que un solo hombre sentado en un banquillo podría quitar la hegemonía al mejor equipo de todos los tiempos. Y todo argumentado bajo la consecución de una liga. Pero lo que Florentino aún no ha tenido la valentía de decir al madridismo es que con un talonario en la mano se puede comprar un título puntual a base de dinero, pero jamás se podrá comprar el respeto, porque la reputación y el respeto no se compra o se vende, se gana o se pierde con el paso del tiempo.
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