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Los médicos están de acuerdo en la importancia de mantener un ritmo circadiano correcto, incluido un buen ritmo del sueño - vigilia. Para que esto funcione correctamente, hay que mantener un racional horario de horas de sueño Es decir, dormir entre 7 - 8 horas,
Los médicos están de acuerdo en la importancia de mantener un ritmo circadiano correcto, incluido un buen ritmo del sueño - vigilia. Para que esto funcione correctamente, hay que mantener un racional horario de horas de sueño (no, la siesta española no cuenta). Es decir, dormir entre 7 - 8 horas, y siempre intentar irse a la cama a una hora determinada. Pero, ¿qué puede ocurrir con nuestro organismo si no seguimos un horario correcto, con un número de horas adecuado?
Trastornos del sueño: las Fases Rem no-Rem de nuestro dormir
Como se sabe, nuestro sueño tiene varias fases, siendo las más importantes la fase REM y la fase no-REM.
En la fase no-REM se producen las funciones de restauración, donde el cerebro se recupera y se liberan las hormonas que hacen que nuestro cuerpo se recupere.
En la fase se REM, se procesan los recuerdos y pensamientos del día (se producen los sueños vividos).
La parte interesante del tema es que durante las primeras horas de la noche (desde las 11 de la noche hasta las 3 de la mañana) predomina la fase no-REM; pero en la segunda mitad de la noche (desde las 3 a las 7 de la mañana) predomina la fase REM. Por tanto, si nos vamos a dormir demasiado tarde, tendremos tendencia a experimentar mucha fase REM y poca fase no-REM, reduciendo así las funciones de descanso y recuperación de nuestro cerebro.
El insomnio es un problema del sueño que tiene infinidad de causas difíciles de clasificar
Dificultad para conciliar el sueño, despertarse con frecuencia durante la noche y tener dificultades para volver a dormirse, despertarse demasiado pronto por la mañana, cuando después de haber dormido uno se siente cansado e insomne.
El 50% por ciento de los adultos aproximadamente experimentan ocasionales adultos se queja batallas con el insomnio y 1 de 10 sufre insomnio crónico. El insomnio es aproximadamente dos veces más común en las mujeres que en los hombres y afecta más a las personas mayores que a los más jóvenes.
Existen fundamentalmente dos tipos de insomnio: el primario significa que una persona tiene problemas del sueño que no están directamente asociados con ninguna otra enfermedad ni problema de salud.
El insomnio secundario (co-mórbido) se da cuando una persona tiene problemas de insomnio debido a otra razón, como por ejemplo una enfermedad de salud (asma, depresión, artritis, cáncer o acidez), dolores o achaques, medicinas que está tomando; o alguna sustancia (por ejemplo alcohol).
El insomnio también varía en el tiempo que dura y la frecuencia en la que ocurre. El insomnio puede ser a corto plazo (insomnio agudo) o puede durar por un largo tiempo (insomnio crónico). También puede irse y volver durando períodos de tiempo en los que una persona tiene o no problemas de sueño. El insomnio agudo puede durar de una noche a unas cuantas semanas. El insomnio se llama crónico cuando una persona tiene insomnio por lo menos tres noches por semana, por un mes o por más tiempo.
Existen otras maneras de clasificar el insomnio. Una de las formas más comunes de insomnio es llamada insomnio psicofisiológico ("mente-cuerpo"). Esta es una enfermedad que tiene infinitas variaciones difíciles de clasificar, como por ejemplo, no ser capaz de dormir debido a que ni el cuerpo ni la mente están relajados. Las personas con este tipo de insomnio tienen usualmente preocupaciones diarias excesivas sobre su incapacidad para conciliar el sueño o permanecer dormidos cuando lo desean y tienen una cierta psicosis de que sus esfuerzos por empezar a dormir son inútiles. Muchas personas con este síndrome preocupadas porque piensan que no volverán a tener un sueño normal, terminan por ser insomnes crónicos.
El estrés es la causa más común del insomnio psicofisiológico. Mientras que los problemas del sueño son comunes cuando se atraviesa por un evento estresante, algunas personas continúan teniendo problemas del sueño mucho después que el evento haya pasado. Algunas veces tanto el estrés como los problemas del sueño crean un ciclo cada vez peor y continuo de cada problema.
Está probado que no llevar un ritmo del sueño adecuado e irnos a dormir excesivamente tarde también puede ocasionar la alteración de los ciclos circadianos, lo que nos vuelve propensos al insomnio. Nos costará más conciliar el primer sueño, nos despertaremos con más facilidad y en suma descansaremos menos. Y, desde luego, el despertar y el resto del día no serán muy agradables para nosotros por falta de descanso.
Sufrir de falta de sueño, una mala calidad de este, o somnolencia a lo largo del día también conlleva la reducción de nuestra eficiencia y creatividad, con el riesgo de llevarnos a cometer errores y peor todavía a sufrir accidentes (¿Cuántos accidentes habrán sido provocados por algún conductor que no ha descansado lo suficiente y su duerme al volante?).
Existe incluso un estudio que demostró que la incidencia de accidentes relacionados con el sueño aumentaba en aquellos conductores que habían dormido menos de siete horas de promedio.
Nuestro sistema inmune se resiente al no activarse los mecanismos de defensa por falta de sueño
No dormir no solo afecta a nuestro descanso, sino a nuestro sistema inmune, pues es durante el sueño cuando se activan nuestros mecanismos de defensa, y si no disfrutamos de un sueño reparador adecuado nuestras defensas bajan, haciéndonos más propensos a sufrir enfermedades.
La siesta es una costumbre consistente en dormir algunos minutos (entre veinte y treinta, por lo general, aunque algunos la alargan hasta un par de horas) después de la comida del mediodía. La siesta es corriente no solo en algunas partes de España y Latinoamérica, sino también en China, Taiwán, Filipinas, India, Grecia, Oriente Medio y África del Norte. Entablar un corto sueño para reunir energías para el resto de la jornada, parece bueno a los no enemigos acérrimos de la costumbre. Siesta tiene su origen en la expresión latina "hora sexta", que designa al lapso del día comprendido entre las 12 y las 15 horas, momento en el cual los romanos hacían una pausa en sus las labores cotidianas para descansar y reponer fuerzas. Cervantes la menciona en el capítulo XV de "El Quijote".
No se trata solamente de una costumbre local, sino que también tiene una base biológica. Es una consecuencia natural del descenso de la sangre después de la comida desde el sistema nervioso al sistema digestivo, lo que provoca la consiguiente somnolencia. Teniendo en cuenta que el almuerzo suele ser en España, una comida sólida frente a otras rutinas y regímenes alimenticios europeos que distribuyen más las comidas abundantes hacia el principio de la jornada, y a la propia cronobiología: independientemente de haber comido algo o no, la depresión postprandial es un elemento que surge aproximadamente ocho horas después de despertar. Por otra parte, en el trópico y en el sur de la península ibérica, en ese lapso es cuando hace más calor, e incluso los animales retornan a sus guaridas para descansar. El doctor Eduardo Estivill afirma tajante: «Para los niños hasta los cinco años es imprescindible, para los adultos recomendables, pero siempre corta. No más de 20 ó 30 minutos».
Dormir una siesta puede ser una gran manera de ponerse al día con el sueño atrasado, aumentar la productividad y ser más creativo. La siesta deja al cuerpo en un estado relajado, contrarrestando los efectos del estrés diario.
La mayoría de las necesidades de sueño caen dentro de un margen predecible de horas según la edad del niño,
Los estudios han demostrado que la costumbre de echarse una siestita puede realmente reducir el riesgo de morir de una enfermedad del corazón.
El estrés de la vida diaria siempre en aumento hizo hace tiempo que en algunas empresas norteamericanas ofrezcan cubículos para dormir la siesta en pleno centro de New York.
Según un estudio llevado a cabo en 23.995 mujeres japonesas, una disminución de las horas de sueño (en concreto menos de seis horas al día) se puede asociar a un mayor riesgo de sufrir cáncer de mama, en comparación a aquellas mujeres que duermen siete horas o más por la noche. La hipótesis que manejan los investigadores es que la melatonina es secretada sobre todo por la glándula pineal, que juego un papel clave en la relación del sueño con el cáncer.
En resumen, dormir bien no es un lujo sino una necesidad biológica, igual que beber o alimentarse, una prolongada falta de sueño nos puede causar graves problemas de salud. Lo que mucho no conocen son los importantes beneficios que tiene el dormir bien, las horas justas que nuestro cuerpo necesita, ni más ni menos.
Algunos de los beneficios más importantes de un buen sueño son: Mejora la memoria: Dormir bien refuerza las conexiones neuronales que forman nuestros recuerdos. Nuestra memoria se almacena en el Hipocampo, y este se recupera durante el sueño. Esta zona es la más dañada por un enfermo en Alzheimer.
Mejora el corazón: Un sueño de calidad mejora nuestros niveles de colesterol y trigliceridos. Diversos estudios han demostrado que además las personas con falta de sueño tienen altos niveles de calcio en las arterias, aumentando las posibilidades de sufrir problemas cardiacos.
Reduce la depresión: Durante nuestro sueño, cuando llegamos al punto en que nuestro cuerpo se relaja completamente segregamos hormonas de melatonina y sorotonina. Estas hormonas son las encargadas de neutralizar el estrés de nuestro organismo, bajando nuestra adrenalina y haciéndonos más optimistas. La falta de sueño provoca tener que segregar más hormonas del estrés (ej. adrenalina) para que podamos funcionar mejor.
Aumenta la creatividad: Con la memoria a tope, la mente recuperada, y las hormonas balanceadas, nuestra mente tiene una imaginación más despierta y creativa.
Ayuda a perder peso: La falta de sueño reduce la hormona responsable de controlar nuestra sensación de hambre. Lo que se traduce en que solo comamos cuando realmente no tenemos necesidad.
Mejora la salud global: El sistema inmunitario depende directamente del descanso para recuperarse y poder luchar de una manera efectiva contra las toxinas y germenes de nuestra vida diaria.
Y todas estas son solo unas pocas consecuencias positivas de las muchas que hay que barajar a la hora de recortar en nuestras horas de sueño diarias. Por ello el lema es dormir todo el tiempo necesario, nuestro cuerpo nos lo agradecerá.
El sueño del bebé: una cuestión que parece sencilla, pero que inquieta a los padres desde que llegan a casa de la clínica
El sueño -o su falta- es probablemente el aspecto más discutido en el cuidado del bebé. Los padres primerizos descubren su fundamental importancia durante las primeras semanas y meses de vida del primer bebé. Suele ser una de las primeras preocupaciones. La calidad y la cantidad del sueño de un lactante afectan a la pareja desde que la madre vuelve de la clínica con su niño.
Pero las peleas que giran alrededor del sueño no suelen terminar cuando el niño pasa de la cuna a la cama. Solo cambian de forma. En vez de tener que alimentarlo a las 3 de la madrugada, se pasa a las pesadillas y a las peticiones de agua a media noche.
Entonces, ¿cómo conseguir que su hijo se meta en la cama a pesar de sus llantos, gritos, tácticas de evasión y súplicas? ¿Cómo debe responder cuando su hijo le despierta a media noche? ¿Y cuánto necesitan dormir los niños?
Una pregunta frecuente: ¿cuánto sueño basta para un niño o, mejor, ¿cuánto necesita dormir el niño?
Todo depende de su edad. Los gráficos que indican las horas de sueño que suele necesitar un lactante o un niño de 2 años pueden generar muchas dudas y preocupaciones en los padres, al no tener en cuenta las diferencias de bebé a niño o las necesidades individuales del crío. Estas cifras no son nada más simples promedios de grupos extensos de niños de edades concretas.
Hay que observar, preguntar, comparar, hablar.
No existe un número mágico de horas requeridas por todos los niños de un grupo de edad en concreto. Uno de dos años, puede dormir de 8 de la tarde a 8 de la mañana, mientras que otro, también de dos años, está igual de alerta al día siguiente después de dormir de 9 de la noche a 6 de la mañana.
De todos modos, el sueño es vital para el bienestar y hacer felices a los niños. La relación existente entre la falta de sueño y el comportamiento del niño no siempre es evidente para los padres. Cuando un adulto está cansado, puede estar irritable y/o tener muy poca energía, pero un niño puede volverse hiperactivo, antipático y presentar comportamientos extremos.
La mayoría de las necesidades de sueño caen dentro de un margen predecible de horas según la edad del niño, pero cada niño es un ser único con sus propias y específicas necesidades de sueño.
He aquí algunas cifras aproximadas de horas de sueño en función de la edad, acompañadas de tácticas para favorecer el sueño adaptadas a cada grupo de edad.