¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Ordos escriba una noticia?
Siempre nos remitimos a la historia para evitar repetir los errores que hemos cometido, aún a sabiendas de que la historia es una constante repetición dialéctica y a veces tozuda para los seres humanos torpes
En los inicios de Roma (494 a.e.c.) eran los patricios (Padres de la Patria) los que gobernaban y elegían entre ellos a los senadores que promulgaban las leyes que debían cumplir todos los ciudadanos incluidos los plebeyos, sólo ellos podían ser cónsules, cuestores o pretores, hasta que los plebeyos, hartos de soportar los privilegios de los que gozaban los patricios, se rebelaron y se mudaron al Monte Sacro, así que el Senado envió a Menenio Agripa para conseguir el regreso de los plebeyos sin los cuales la ciudad no podría sobrevivir. Tito Livio narra ese acontecimiento en su obra Ab urbe condita (II, 32, 8-12).
Cuenta la leyenda que Menenio Agripa, planteó a estos un fábula que dice que los brazos se quejaban de tener que hacer toda la tarea de levantar las cosas, las piernas de ser las únicas que caminaban, las mandíbulas de tener que masticar ellas solas, el corazón de latir sólo él…mientras el estómago no hacía nada, así que el estómago respondió que si bien era cierto que él recibía el alimento, gracia a él se repartía por todo el cuerpo para que pudiera sobrevivir.
Tenemos claro que los plebeyos eran los trabajadores, los campesinos, los artesanos, los comerciantes y los soldados mientras que los patricios eran los terratenientes, los amos, los dueños, los gobernantes, los legisladores y los jueces.
La consecuencia de la rebelión de los plebeyos fue la elección de funcionarios propios y la de los tribunos (de Tribu) del pueblo, que contarían con derecho a veto de las leyes aprobadas por el Senado.
Para garantizar la seguridad de los tribunos se crearon los ediles encargados de guardar los templos, recaudar tributos o mantener las cloacas de la ciudad… que se convertirían en una especie de policía, con el paso del tiempo.
La desobediencia civil de una parte del pueblo catalán no es un delito
El simulacro de Declaración Unilateral de Independencia protagonizado por el nacionalismo catalán, bien pudiera compararse con la rebelión de los plebeyos, salvando las grandes diferencias que existe entre ambos hechos.
Pero nótese que son los gestos lo que importa y son las lecciones de la historia las que enseñan y esta lección de historia que ha dado el nacionalismo a los catalanes y al resto de los pueblos del Estado español se leerá en el futuro.
Igual que se leerá en el futuro el espantoso y ridículo espectáculo del juicio que se sigue contra sus protagonistas.
Aquí no se trata de hacer justicia, aquí se está tratando de condenar y castigar a quienes han celebrado un simulacro de rebeldía como respuesta a un gobierno centralista que se negó a la celebración de un referéndum.
Derecho que se contempla en la Constitución que ellos mismos dicen defender y que ellos mismos han pisoteado una y otra vez.
Nadie en Cataluña, se ha alzado en armas, nadie ha hecho un llamamiento a la subversión contra el Estado, nadie, salvo los cuerpos represivos del Estado hecho uso de la violencia y las armas.
Nadie fue castigado, procesado ni reprimido en el año 494 antes de la era común en Roma.
Véase la obra de Nicolás Maquiavelo “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”
@ordosgonzalo
gonzalo alvarez-lago garcia-teixeiro