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Juanita Ringeling y su papel en Los Ángeles de Estela Desconfiada de la fama

09/11/2009 08:10 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Su personaje de la teleserie Los Ángeles de Estela quiere lograrlo todo: plata, fama, portadas de revistas, un cupo en la televisión. ¿Le suena conocido? Sí. Es una cita al pequeño pero estruendoso mundo de la farándula chilena

Cómo lo voy a hacer si es tan mala persona?”. Juanita Ringeling (23) se hizo esta pregunta una vez que leyó el guión de Los Ángeles de Estela (TVN) y repasó los primeros diálogos en los que intervenía su personaje, una asistente de peluquería dispuesta a todo –a todo– por conseguir plata sin importar cómo. La idea de interpretar a una muchacha arribista le martillaba la cabeza. “¿Cómo se hace?”, se volvió a interrogar. Y su inquietud no residía en sus capacidades actorales, sino en una cuestión más compleja: cómo hacer propio un discurso extremadamente distante a su modo de pensar y a su reflexión crítica sobre la televisión chilena. Pero meditó y entendió que la parodia era la fórmula adecuada. Y así construyó a Lulú, la trepadora, quien mantiene un romance con un futbolista exitoso (Christian Seve), al que ve como una puerta de entrada al lujo y, por qué no, a unos días de fama, una portada de diario o un contrato en un reality.

“Ella está ultrainfluenciada por el sueño de tener plata, de lograr una casa enorme, un auto la raja, y si eso significa meterse con un futbolista y ponerse un buen par de pechugas, lo va a hacer. Prima el criterio de la moral subyugada al dinero. Claro que todo es en tono de comedia, porque Lulú no es la pérfida, la mala atroz, sino que es amoral˝ .

–No es la mala-mala típica de las producciones venezolanas.

–Nooo, además que como es jovencita es liviana y divertida. No tiene prejuicios con el dinero; lo considera normal y no tiene tabúes para decirlo. Cuando te preguntan qué es lo más importante en tu vida a una le daría pudor decir: “la plata”. La gente contesta: “tener una linda familia”, pero en el consciente oculto de muchos está presente ese deseo y por eso se hacen una casa de 600 metros cuadrados y compran el auto ultra súper increíble. Por más que se trate de una ficción, no creo que la actitud de mi personaje sea muy lejana a las aspiraciones de algunos chilenos.

–Es interesante que una teleserie parodie a estas parejas que abundan en Chile: el futbolistamediático y la mujer que lo ve como un medio de ascenso.

–Claro, es una parodia a las mujeres que son famosas porque sí y que se han convertido en el referente de un grupo de jóvenes. Lo encuentro triste. Una puede haber tenido un ídolo en algún momento de su vida, pero, por último, era un cantante, tenía un talento real, hacía algo concreto, pero esta cosa de ser famosa por el cahuín, porque semetió con, se sacó o puso 800 gramos de silicona, se colocó poto... Es demasiado. Sé que ellas trabajan mucho, hay algunas que bailan o están en un programa diez horas al día, entonces el problema está antes. Los medios las han elevado a un estrado sin ninguna justificación. Mi personaje ve que eso ocurre en la tele; que a la niñita de 18 años le dan auto y pechugas nuevas, entonces ella piensa ¿por qué yo no?

–Ella se involucra con un futbolista. ¿Qué sabías de fútbol?

–Nada. Si hay un partido de la selección de Chile lo veo, me emociono y grito. Ubico al “Chupete” Suazo, a Arturo Vidal y a Mauricio Pinilla y eso sería. Ah, y a Salas y a Zamorano.

–¿Pero tuviste que entender ciertas prácticas?

–Sí, pero sobre todo me tuve que enterar de las anécdotas relacionadas con los futbolistas. No sé... del “Mago” Jiménez con la Coté López, por ejemplo.

–Begoña Basauri decía que en esta producción ve características muy propias del modo de ser chileno. ¿Coincides con ella?

–Ésta es una ficción con un conflicto central: una mujer que busca descubrir quiénes son sus hijos. Está muy lejos del criollismo, de lo chileno, pero dentro de la historia aparece un personaje como el mío que representa a ese grupo de personas que quieren vivir con lo que no les corresponde. También están estos tres gallos (interpretados por Jorge Zabaleta, Francisco Pérez-Bannen y Cristián Arriagada) a los que se les quema el restorán, pero insisten en mantener su estatus. Entonces, claro, se habla bastante de la apariencia, y eso es algo muy propio de Chile.

Me paré, me fui y no volví

Antes de integrarse al elenco de Hijos del Monte (2008), su primera teleserie, Juanita Ringeling se resistía a trabajar en televisión. No le acomodaban los contenidos de los programas de factura nacional. Demasiada banalidad. Demasiado éxito volátil. Un poco a regañadientes y estimulada por unos amigos, el año 2006 aceptó participar en una prueba de cámara para una serie de suspenso. A las dos semanas la llamaron de la productora Valcine y grabó las escenas del programa piloto. Un año, otro y otro más mediaron entre aquel casting y la concreción de la serie Cumpleaños que está grabando por estos días. Se trata de un thriller que narra el encuentro de un grupo de amigos, durante el cual se dilucidará quién mató a una de las integrantes del grupo diez años antes. Juanita es Emilia, la víctima y aparece en las escenas a través del recuerdo de los otros personajes.

–Hijos del Monte fue tu primer trabajo, ¿qué aprendiste de esa experiencia?

–Como te contaba, yo no quería entrar a la televisión. Sentía –y sigo sintiendo– que muchas veces no veo los valores que me gustaría transmitir. La tele está muy banal, muy básica. A veces digo: “Chuta, también soy parte de eso”. Jamás he pensado que sea un mal trabajo, todo lo contrario. Hay un gran esfuerzo y eso lo aprendí con Hijos del Monte: que uno se saca la mugre durante 10 horas diarias. Con esa teleserie boté todos los prejuicios y crecí actoralmente.

–¿En algún momento sentiste que te hizo falta terminar la carrera de teatro?

–No, pero como era la única nueva, me exigía y me decía: “Que no se note que no terminé”. Pero siento que no desentoné tanto con el grupo, aunque no tengo la soberbia para decir: “No, no me hacen falta esos dos años que no hice (estudió en la Universidad Católica), pero también pienso que hay distintas formas de estudiar. Cuando estaba en la escuela proyecté los dos años que me quedaban y dije: “No lo estoy pasando bien y ésta no es la forma en que quiero aprender”. Tuve buenos maestros y eso siempre se agradece, pero mi opción fue formarme por otros caminos y lo he logrado... o lo estoy logrando.

Un universo tan distinto a su vida en Cachagua, donde cada fin de semana se refugia en su casa familiar y en los bosques húmedos y floridos

–¿Qué no te convencía?

–El método de enseñanza. Muchas veces me daba la sensación de que el mejor actor era el que se quedaba a dormir en la escuela, el que se empelotaba (desnudaba), el que se teñía el pelo de todos colores. Yo no compartía esa forma. Era un sistema muy absorbente y, seguramente, mi mirada tenía que ver con que venía de afuera (es de Cachagua) y que mi sensación de libertad era más grande. Es necesario creerse el asunto; el actor tiene que vivir esa pasión, ese sacrificio, pero consideraba que para mí era excesivo. Y un día decidí: “No, no más”. Estaba en tercer año, en clases de verso, vino el recreo, me paré, agarré mi mochila, salí de la sala, me fui de la escuela y no volví.

–Además para ti era muy importante ir a tu casa los fines de semana y ese ritmo implicaba renunciar a Cachagua y a tu familia.

–Claro. Tenía la sensación de que estaba renunciando por algo que no me retribuía lo suficiente. El no ser de Santiago y lo mucho que me tiraba mi casa convulsionó mi cabeza para decir: “No más”.

La lucha por el bosque

La familia Vicuña es uno de los clanes más antiguos de Cachagua. Juanita Ringeling Vicuña es una de las descendientes y toda su memoria emotiva está asociada a las caminatas por el cerro El Boldo, las expediciones sabatinas por los bosques de Zapallar y el aroma de flores bellísimas como las añañucas, los soldaditos y los picos de loro. Allá viven sus padres y dos de sus cuatro hermanos. Cachagua es su hogar.

“La otra vez alguien me preguntó: ‘¿Te vas todos los fines de semana?’. Yo dije: ‘Sí, obvio’. Y me respondió: ‘Ay, qué fanática de la playa’. Para mí es al revés. No es que yo vaya a la playa. Yo vengo a Santiago. En Cachagua está mi casa y todo lo que he sido en mi vida; los olores inconscientes y la sensación de pertenencia las tengo allá. He aprendido a adaptarme bien a Santiago; para la edad que tengo y en la etapa en que estoy es muy bueno vivir acá. La efervescencia de la ciudad es entretenida, pero allá está mi centro. Hay gente que me dice: ‘Ay, eres de Cachagua... Súper high”. Claro que va gente con harta plata, pero para mí es otra cosa: es el silencio del día a día; es un fin de semana con viento norte y una ya sabe que va a llover.

–En los últimos años ha habido conflictos de intereses en Cachagua y Zapallar. Por un lado está la presión de las inmobiliarias que quieren construir y por otro los residentes que buscan conservar el patrimonio natural. ¿Cómo has vivido ese tema?

–En principio es doloroso, porque una tiene la sensación de que se había hecho un gran trabajo para preservar lo que existe, pero hay demasiados intereses económicos y políticos mezclados. Hace un tiempo quisieron construir edificios en el cerro El Boldo, se logró parar el proyecto y hubo un grupo de personas que compró y parte de esa propiedad va a ser destinada a un santuario de la naturaleza. Ahí tú dices: “Qué agrado que exista gente dispuesta amantener este lugar para que se haga un parque”, pero hay personas que no piensan así y tienen los ojos puestos para buscar la pillería. ¡Y no hay pillería! Me he sentido defraudada del género humano.

Pero su enojo no es pasivo. Junto a su familia y a unos 80 residentes integra la Corporación Bosques de Zapallar, una institución que busca resguardar la zona de la amenaza de las inmobiliarias y de la introducción de especies exóticas, como el pino y el eucalipto. “Gracias a la camanchaca, en Zapallar hay un bosque húmedo que no existe en la zona central, con enormes árboles centenarios y una flora y fauna preciosas. Es alucinante, pero al gallo que llega con muchas lucas no le importa afectar ese bosque. Este trabajo de la Corporación tampoco es bien visto por algunos y andan buscando lo malo y eso me da pena.

Bellotos del norte, olivillos, peumos, helechos con forma de corazón. Ésas son algunas de las especies que forman su hábitat natural. Están ahí, en el paisaje de sus caminatas sabatinas. “Es un lugar increíble y como lo siento amenazado cada vez que subo me da nostalgia”. Tan determinante ha sido su vida cachagüina, que está convencida de que cuando tenga hijos, vivirá en condiciones similares a las que le proporcionaron sus padres: con caminatas cerro arriba, árboles centenarios, flores al costado del camino. “Cuando forme una familia no quiero vivir en Santiago y eso va a definir mi línea de trabajo. De partida, no quiero estar toda mi vida en televisión y sé que no voy a poder hacer teatro, porque si no es en Santiago el teatro no funciona. Pienso que podría hacer clases de actuación o instalar algún centro de arte˝ .

–Hace un rato me decías que antes no querías entrar a la televisión, que luego entendiste ciertas cosas, pero que aún tienes contradicciones.Que había algunos temas que te gustaría transmitir. ¿A qué te refieres?

–Tiene que ver con mi experiencia de vida. Quizáme encantaría transmitir el amor y el cuidado a la naturaleza; el no arribismo social y económico, el bien común, cosas menos banales que las que hay ahora.


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Nota de prensa
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