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El desvalijamiento sureño so pretexto de proveerse comida lo ocasionó una muchedumbre, pero cualitativamente el asunto parece no diferir mucho conceptualmente
La turba de saqueadores que hicieron de las suyas en un supermercado de Concepción, opacó proezas que estaban en las antípodas vandálicas de pillos sin Dios ni ley. Al ver a uno de estos desalmados arrancando con su botín (una lavadora), se me vino a la memoria el episodio de la mujer que hurtó una silla en medio del movimiento estudiantil de los pingüinos. El desvalijamiento sureño so pretexto de proveerse comida lo ocasionó una muchedumbre, pero cualitativamente el asunto parece no diferir mucho conceptualmente. Habrá quienes piensen que exagero y que ambas situaciones no son equiparables y que el razonamiento es forzadamente artificioso, pero no estoy tan seguro de aquello. Ninguno de los fenómenos sismológicos registrados anteriormente en el país, mostró o insinuó conductas tan deleznables como las observadas en esta tragedia, probablemente inhibidos por la sola autoridad asociada a un régimen militar, como fue el terremoto de 1985. Que los vecinos tengan que hacer vigilia para resguardar sus pertenencias y enseres premunidos de armamento, son los síntomas de una mutación valórica y trasgresión de la convivencia social que no conocíamos. Con la historia personal de la Presidenta Bachellet, tomar la decisión de decretar toque de queda y disponer de efectivos militares para controlar la situación habla muy bien de ella como principal autoridad del país.
La pantalla del televisor ya nos proporcionó la documentación visual y la exprimirá lo más que pueda. Hasta ahí llega su aporte, por más que se empeñen en conservar el monopolio de la opinión pública. El mentís sería abrir el diafragma de sus cámaras y fisgonear en las empresas constructoras responsables de edificios nuevos colapsados y verificar los trascendidos acerca de que estarían evaluando declararse en quiebra y por esa vía eludir el resarcimiento a sus clientes, lo que no deja de ser un pillaje con cierta sofisticación.
Ninguno de los fenómenos sismológicos registrados anteriormente en el país, mostró o insinuó conductas tan deleznables como las observadas en esta tragedia
Aquí ha aparecido lo mejor y lo más deplorable de la conducta humana. El infortunio trae aparejado lo luminoso y también lo oscuro. Va siendo hora que nos interpelemos con crudeza respecto al título de éste artículo.