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El fútbol Club Barcelona ha tardado veinte largos años en crear un sistema de juego perfecto para destrozar a los rivales. Es el máximo esfuerzo que un club ha desarrollado para asociar la práctica del resultado a la brillantez del estilo. Johan Cruyff creó la idea de juego y el club la dotó de jugadores. Si eres entrenador y algún día has de enfrentarte al Barcelona, respira hondo. Porque en cada balón, en cada jugada y en cada decisión que tomes estarás poniendo en riesgo tu prestigio. Cincuenta millones de ojos estarán observando tu trabajo y unos cuantos lo estarán analizando. Si después de estudiar el partido decides encerrar tu equipo atrás perderás con deshonor, si lo echas hacia adelante perderás por goleada. Si decides tapar las bandas y abrir a los centrales, Leo Messi y Cesc Fábregas mostrarán una sonrisa. Si lo que tapas es el centro, Andrés Iniesta te hará pagar tu decisión. Si alguno de tus centrocampistas pierde el balón en el círculo central mientras tu equipo sube, no le abronques, fíjate en Busquets. Si tu equipo saca un córner y no es gol, apártate de la banda derecha y toca madera, la electrizante velocidad de Pedro Rodríguez te puede dar un calambrazo. Si consideras oportuno descerebrar al adversario con marcaje especial a Xavi Hernández, jugarás con uno menos y el Barcelona con diez más. Si juegas sin extremos para ayudar en tareas defensivas Piqué y Puyol serán testigos de excepción. Si decides emplearlos te odiarán tus laterales. Si Pedro no encuentra hueco, lo hará Alves, si no lo encuentra Iniesta lo hará Jordi Alba. Si consideras oportuno utilizar el juego duro, practica jugar con uno menos el día antes del partido. Si cometes faltas en la parte derecha de tu área, mira a Xavi Hernández y luego tápate los ojos, si la haces por la izquierda habrás encajado el gol antes de que golpee la pelota Leo Messi. Tu portero nunca sabrá dónde situarse, pues si el Barça saca un córner en corto sería conveniente que alejase a la defensa, si lo hace en largo y el balón llega a Puyol, el portero no debió quedarse bajo palos. Si eres un técnico nervioso y el partido te lleva empatado al segundo tiempo, jamás mires su banquillo, si lo haces, olvida lo que has visto. Si ves a Villa calentando por la banda estarás viendo calentar a un titular. Si es Alexis Sánchez, calienta una amenaza. Si lo hace Tello o Cuenca no te alegres, su juventud es una trampa. Si no calienta Thiago acéptalo como un regalo. Llegará un momento en el partido que tendrás la tentación de mandar a tu equipo a presionar arriba. Si lo haces puedes tener una oportunidad a pesar de que el meta culé toca el balón con los pies como el medio centro de tu equipo. Cuando tu delantero robe el balón y se marche solo a portería, todavía no cantes victoria, pues solo cantarás gol si casualmente canta Valdés. Si osas discutir la posesión en medio campo, prepara a los fisios del club, tendrán que recuperar hombres que han estado persiguiendo sombras. El Barcelona ha tardado tan solo veinte años en encontrar la piedra filosofal de un juego que surgió hace un siglo y medio. Muchos lo han intentado y solo un grupo de hombres ha conseguido de manera permanente invocar al juego para ganar los partidos. El conjunto azulgrana ha triunfado donde los propios padres del sistema, los holandeses, fracasaron por no mantener la perfección en el tiempo. Ganar por sistema y jugar de forma excelente han sido las prioridades de un club que ha sabido ser paciente para hacer realidad una idea inalcanzable. Antes con Cruyff, después con Guardiola y ahora con Tito Vilanova, el club catalán ha sabido mantener la fragancia del perfume de forma consistente. Ha logrado mantener la esencia de manera permanente. En este equipo no existen las transiciones porque la autosuficiencia del sistema parece haber rebasado a los propios protagonistas. Una idea que está orientada a conseguir los mejores resultados y que al mismo tiempo prevalece sobre ellos. Llegó un inexperto Guardiola y dejó a un inexperto Vilanova. El Barça ya gastó veinte años en impregnarse así mismo de una idea que evita tener que realizar transiciones por cambio de jugadores, entrenadores o presidentes. Ha establecido un marco donde una evolución continua encaja unas generaciones en otras. Los periodistas ya no debaten sobre si es mejor ganar o jugar bien, el Barcelona ha matado ese debate. Ha logrado un sistema que sirve para jugar en casa y fuera, en césped alto o corto, bajo lluvia o bajo sol, contra un rival o contra otro. Y ha sabido dotar al sistema de los jugadores idóneos para desarrollarlo. Los técnicos y los referentes futbolísticos que se sientan en los banquillos se estrujan el cerebro por intentar encontrar, no una pócima paralela, sino una pócima contraria y efectiva en el tiempo que contrarreste a la culé. Asunto difícil pues el Barcelona les lleva a todos veinte años de ventaja. Si eres ateo, conviértete; si eres religioso, reza. Si has leído este artículo y eres el entrenador que ha de enfrentarse al Barcelona, no te agobies, el fútbol es un juego y puede que ese día te sonría la fortuna.