La espontaneidad se difumina con el paso del tiempo digamos que en el éter de la existencia.

Cada vez cuesta más disfrutar con naturalidad de las sonrisas espontáneas, porque disminuyen o desaparecen y necesitamos del alguna manera impostarlas.

Hacernos entender y entender a los demás se hace complicado y al parecer los problemas o ansiedades se apoderan de nuestras alegrías.

Encontrar algo de humor, de risas, de alegrías naturales y divertirse cada vez es más difícil.

Añoras las diversiones sencillas, , , esas risas, sonrisas que afloran porqué si cuando menos lo esperas.

Luego hay que forzarlas de alguna manera y es cansado y no es natural, lo cierto es que esas risas ya no son iguales, ya nada te hace reir de igual manera.

Me rio conmigo mismo, de nadie, ni siquiera de mi mismo, me río por la alegría de vivir y punto..

Hay que sembrar las circunstancias que produzcan risas verdaderas y mantenerlas en todo lo alto.

Buscar esas siembras quizás sea o parezca imposible pero es lo que hay que hacer, digo yo...

Crear pensamientos positivos, alegres, momentos sencillos y alegres como una lluvia de verano, como la primera nevada que ve un niño, como el primer perro que conocemos y amamos.

Sentir esa alegría que proporciona dar sin pensar en nada, dar sin recibir, la alegría de ayudar al ajeno sin otra idea que hacerle feliz, esa nube que tapa ese Sol que nos quema.

Cultivemos risas, alegrías sencillas, no busquemos la Felicidad en letras mayúsculas porque no existe tal cual, todo son ráfagas de alegrías, de momentos preciosos, notas musicales que nos elevan al altar de la risa sencilla y natural de los niños.

Esa alegría sincera, esa risa que nunca es obtenida contra otros, sino que sale de nosotros mismos, que no hace daño y hace siempre bien.

Siempre es tiempo de alegría y risas y es mejor no obtenerlas del buen vino, sino de la buena alma.

Amén.