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La repercusión pública que tuvo la inverosímil historia japonesa de Anita Alvarado –la llamada geisha chilena– atravesó rápidamente las fronteras de Chile. Ésta fue una de las primeras entrevistas
Soy Anita Alvarado
La repercusión pública que tuvo la inverosímil historia japonesa de Anita Alvarado –la llamada geisha chilena– atravesó rápidamente las fronteras de Chile. Ésta fue una de las primeras entrevistas en las que la mujer desplegó su desfachatada personalidad y con ella se publicaron las primeras fotos de su exagerada y controvertida mansión. Texto y fotos han dado la vuelta al mundo.
Por Andrea Lagos
Cinco millones de dólares le traspasó el japonés Yuji Chida a su mujer chilena, Anita Alvarado. Ahora, él está preso en su país por desfalco. Y ella disfruta la vida -junto a amigos, hijos y parientes- en una descomunal mansión que se mandó a construir en Chicureo.
La repercusión pública que tuvo la inverosímil historia japonesa de Anita Alvarado –la llamada geisha chilena– atravesó rápidamente las
Autorretrato
"Tengo 29 años recién cumplidos. Nací en El Bosque, en el paradero 33 de Gran Avenida y estudié en el Colegio San Ramón. De chica fui bien patuda. Estoy bautizada en la religión pentecostal, pero soy una creyente medio descarriada: fumo, tomo, me corto el pelo, me arreglo y me pongo aros. Tuve mi primer hijo a los 17 años, así es que no pude seguir estudiando. Me gusta Lavín, pero ni siquiera voto, porque me da lata hacer la fila. Me cargan los jales y mando a la punta del cerro a quien me ofrezca uno. En mis empresas les hago exámenes de droga a mis trabajadores. Les reviso el pelo y la sangre. Los artistas de la tele son los peores: se las dan de grandes hombres cuando sus miserias van por dentro. La mayoría le hace a la coca. Gonzalo Cáceres peló mi casa en un diario porque tengo cuadros de mujeres y hombres piluchos, y yo los pongo para que los vean mis hijos y no me salgan maricones. No tengo idea quiénes son los autores de las pinturas, por ahí está escrito el nombre. ¿Que si iría a la tele? Ni amarrada, pero lo pensaría si me ofrecieran buena plata".
En 1991 Anita Alvarado quebró el chanchito. Con las monedas del ahorro que había guardado en greda, compró un pasaje hacia Japón. Tenía 19 años, había tenido dos hijos -que dejó en Chile al cuidado de su mamá- y no sabía hablar ni inglés ni japonés, pero se las arregló para ubicar a una colombiana a quien le dijo: "Oye, linda, soy chilena, ¿dónde puedo trabajar?" Al día siguiente estaba instalada con una minifalda, "sirviendo tragos, encendiendo cigarrillos y animando la conversación", en el snack Ángel -una especie de bar- de la provincia de Aomori. En ese mismo lugar, un año después, conoció al japonés Yuji Chida, un supuesto heredero millonario que la atiborró de costosos regalos e invitaciones. A las dos semanas eran novios y él "no escatimó en gastos" para ver feliz a su enamorada.