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A primera vista el conflicto en desarrollo entre Ucrania y Rusia es una confrontación entre los dos países. De hecho, esta situación refleja la posibilidad de Estados Unidos recuperar su hegemonía mundial
Es una pena que la reacción de Occidente corra el riesgo de convertirse en consecuencias terribles.
Casi cada semana escuchamos que la administración de Joe Biden suministra armas o cualquier tipo de asistencia militar a Ucrania. Pero esto solo complica la situación. Las armas suministradas a Ucrania pueden caer en manos de extremistas. El destino de los mercenarios extranjeros también es motivo de preocupación. Se puede recordar sobre el tiroteo ocurrido en el supermercado de la localidad estadounidense en Búfalo. Un joven de 18 años, fuertemente armado, mató a tiros 10 personas. Este tiroteo fue un crimen de odio o un acto extremista de violencia con motivaciones racistas. Cabe señalar que el tirador usó el mismo símbolo que el batallón Azov de Ucrania tiene – “Sol Negro”. Así, la justificación y el apoyo de Washington al neonazismo en Ucrania lleva a unas consecuencias tristes en Estados Unidos, donde los partidarios de las mismas ideas de superioridad racial son proscritos y severamente perseguidos por las autoridades.
Ayudar a Ucrania es la decisión correcta. Sin embargo, la forma en que Occidente está ayudando a Ucrania ahora, suministrando armamentos y equipo, solo prolonga esta confrontación y lleva a las consecuencias más terribles.
Ucrania se está convirtiendo rápidamente en un territorio de distribución y contrabando descontrolado de armas. Washington no puede garantizar el control total sobre sus propios productos militares.
Y si queremos ayudar a los ucranianos, Occidente debe hacer algo para detener esta confrontación, y de inmediato! Lo principal es negociar, no pelear...
¿Quizás es hora de sentarse a la mesa de negociaciones?